martes, 6 de diciembre de 2016

Entrevistes a Sor Lourdes i Sor Mercedes



ENTREVISTES A SOR LOURDES I  A LA GERMANA MERCEDES

Aquestes setmanes hem tingut la sort de poder entrevistar a Sor Lourdes i a la germana Mercedes. No us perdeu les interessantímes respostes a les nostres preguntes. Moltes gràcies!!


Entrevista a Sor Lourdes:
Sor Lourdes se presenta puntual a la cita. Aprovecha mi retraso para vender unos números a algunos que esperan como ella ante el despacho parroquial. No deja pasar la oportunidad para recaudar más fondos.
Nos sentamos en el hall y ya ella empieza a explicarme.

Formo parte de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Era muy joven, tenía unos quince o dieciséis años cuando fui con un grupo de amigas a las fiestas del barrio. En Tenerife, de donde soy, estas fiestas son muy populares. Había una gran sala donde bailaban los jóvenes y yo nada más entrar noté algo raro y le pedí a mi hermano que me sacara de allí. No podía resistirlo. Pero mi hermano sólo me respondía que a qué venía tanta prisa y me daba largas. Yo le insistía y entonces él me sacó de allí bailando – a Sor Lourdes se le escapa una risa – De allí nos fuimos a casa, pero al llegar otro hermano nos mandó quedarnos a fuera porque la abuela no se encontraba bien, así que fuimos a casa de unos amigos que vivían enfrente y desde allí vimos pasar la procesión. De repente otro hermano, éramos ocho hermanos en casa, nos llamó con urgencia porque a la abuela le había dado una embolia. Mi abuela vivía con nosotros y era como nuestra segunda madre. De hecho la llamábamos madre Ramona. Cuando llegamos, el médico ya se había ido. No había solución, la abuela murió al cabo de unas horas. Eso fue lo que despertó mi vocación, porque no dejaba de preguntarme qué sentido tenía tanto baile, tanto disfrutar si la vida era otra cosa.
A mí las fiestas ya no me llenaban, no me gustaba salir. Entonces supe que me quería dedicar a ayudar a los demás. Fue por mi abuela que sentí la firme convicción. Sabía que Dios me llamaba. Aunque mi madre siempre decía que fue gracias a ella porque rezaba todas las noches para que Dios iluminara  a algunos de sus hijos — Sor Lourdes sonríe.
Empecé a ayudar en un hospital. Atendía a los enfermos y aprendía al lado de las enfermeras. Me gustó tanto que hablé con la supervisora del hospital, pero ella me decía que era una decisión muy seria y que me lo pensara bien. Yo no tenía nada que pensar, lo tenía claro y a los 21 entré en el seminario.
Meses después murió mi madre. Lo supe por un telegrama que me mandó mi hermano. Me afectó tanto que fui incapaz de contestarles y por mucho que la superiora me decía que les escribiera era incapaz de hacerlo- —Sor Lourdes se emociona y se le humedece la mirada. — Lo siento, nunca fui una sensiblera, pero ahora al recordarlo…
Al cabo de un tiempo me mandaron a Mahón.¡ Mahón! Ni siquiera sabía dónde estaba eso. Pero obedecí y me fui a Menorca. Al principio fue muy duro. No volví a ver a mi familia hasta once años después.
¿Qué hacía en Mahón?
Cuidaba a los niños de una barriada muy humilde. Eran de todas las edades, incluso a bebés que nadie quería. Luego me enviaron a Barcelona para estudiar enfermería, lo que se llamaba ATS. Trabajaba y estudiaba mucho. Luego me destinaron de nuevo a Mahón, al hospital.
¿Se quedó ahí?
No, no. De allí me fui a Tarragona y otra vez a Mahón donde estuve 15 años más. Volvía a Tarragona y de allí a Palma. Como a muchas les daba miedo volar o ir en barco, pues me mandaban a mí porque yo estaba más que acostumbrada. Ahora ya estoy jubilada pero trabajo de voluntaria. Cuida a una hermana que tiene Alzheimer. Vivo en el Colegio Sagrada Familia.
¿Ha echado en falta tener una pareja o formar una familia?
Nunca.
¿Y ha tenido dudas?
Tampoco. Ni de vocación ni de fe. Me he conformado con lo que me ha dado el Señor que es mucho, mejor dicho lo es todo. No puedo pedir nada más.
Recuérdenos alguna anécdota.
Hmm, así de pronto. ¡Ah sí! Fue en Tarragona. Cuidábamos a un hombre en el hospital que había dejado de hablar. Por mucho que le preguntábamos nunca contestaba. Un día, mientras le daba de cenar, daban las noticias en la televisión y en los deportes salió la vuelta ciclista. Y yo le pregunté: Quién había ganado la vuelta y de repente me miró y soltó: Perico Delgado, ¿quién si no?
Ah tengo otra: Una vez iba yo por la Plaza España, aquí en Barcelona. Era tarde ya y me topé con una pareja que daban tumbos. Estaban borrachos y sentí como empezaron a burlarse de mí, del hábito que llevaba. Me paré y les dije: Yo elegí mi camino y elegí llevar este hábito y no me avergüenzo de ello. ¿ Vosotros elegisteis dar eses y estar como estáis? ¿No os avergonzáis? La pareja dejó de reírse de mí y acabó pidiéndome perdón.
Existen muchos tabúes sobre las monjas. ¿Qué nos puede decir al respecto?
Nada. Cada uno que piense lo que quiera. Recuerdo que una vez un hombre me empezó a insultar por la calle, me decía improperios. Pero yo no le hice caso, no me inmuté.
¿Qué le diría a una joven si quisiera ser religiosa?
Que he sido muy feliz. Naturalmente siempre hay cositas, pero mirando atrás – ya tengo 80 años – veo un camino de felicidad. Yo sí le animaría a serlo.
¿De todos los votos cual ha sido...
Sor Lourdes no me deja acabar. Ya sabe lo que le voy a preguntar.
El de la obediencia. Me ha costado mucho. Ha sido el más duro. Sobre todo cuando estabas bien integrada en algún sitio y te gustaba estar allí, te mandaban hacia otro lugar. Esto me era muy difícil.
En cambio el de la castidad nunca me supuso un problema y el de la pobreza es el que más practico. Nunca pido nada, no necesito gran cosa. No tengo caprichos y el del Servicio a los Pobres lo he hecho con mucha vocación.

El año que viene cumpliré 60 años de vocación y he sido muy feliz.


Entrevista a la Hermana Mercedes:

La Hermana Mercedes pertenece a la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl, una sociedad de vida apostólica fundada el 29 de noviembre de 1633 por Vicente Paúl sacerdote francés, y Luisa de Marillac. El origen nace de la necesidad de ayudar a los pobres.

¿Porqué tomó la decisión de ser Hermana de la Caridad?
Yo tenía catorce años cuando en mi pueblo natal de Solana en Ciudad Real vinieron unos misioneros catalanes traídos por la hija del Conde. La actitud del padre Miguel Barberá y su manera tan sencilla y humilde de explicar las cosas me fascinaron. En ese momento sentí que Dios me inspiró y supe que quería ser hermana. Me compré un libro para informarme y cuando estuve convencida del todo lo comenté a mis padres. Mi padre en un principio no quería, decía que nadie saldría de su casa mientras estuviera vivo, pero luego claudicó. Además todo aquello de que antes se decía que para las mujeres sólo existía o matrimonio o muro ya había dejado de tener sentido.
Me acuerdo que me fui un 7 de octubre y mi hermana el 14 de octubre. De las cuatro hermanas, dos tomamos el camino religioso.


¿Cómo fue su trayectoria?
Como aspirante a hermana, empecé a trabajar en un párvulo. A los 18 años me fui a estudiar a Elizondo en Navarra. No me gustó nada ese curso y por suerte al cabo de un año me fui a Villalba en Madrid donde acabé tercero de bachiller.
Por fin pude entrar como postulante en la Comunidad. Trabajé dos meses en la Cruz Roja y convivía con otras hermanas. Luego entré en el seminario. Éramos 80 en total. Al cabo de 15 meses salí y me destinaron al Patronato de Ribas en Barcelona donde cuidaba a niños que pertenecían a familias desestructuradas, emigrantes o gitanos. Estuve diez años aquí.
En 1971 trabajé como profesora de Básica en la Sagrada Familia de Barcelona.
Enfermé y me destinaron a Sol Ponent, una residencia de mayores donde trabajé durante más de 11 años. De allí me fui a La Selva del Camp en Tarragona al colegio de San Rafael y después de tres años volví a la Sagrada Familia donde llevo trabajando desde hace 11 años.
También me dedico a la pastoral de salud: doy comuniones a los que no pueden salir de casa y soy catequista.


¿Cuánto tiempo dedica a la oración?
Cada día le dedicamos una hora. Por la mañana tocan laudes y luego media hora de oración. Al mediodía rezamos el Ángelus y tenemos relectura de la mañana. Por la tarde oramos media hora más y concluimos con las vísperas.
A misa cada una va donde quiere y cuando quiera.

¿Nunca ha echado en falta casarse y formar una familia?
Si, claro. Sobre todo cuando era más joven y mis hermanas se casaron. Y eso que yo para aquella época era muy avanzada y un poco loquita (ríe). Pero yo aunque no tenga hijos propios es como si los tuviera. Me encantan los niños y siempre que he estado con ellos les he querido como si hubieran sido míos.


¿Alguna vez ha tenido dudas de fe?
Muchas veces. Pero eso es señal de que te interesas por tener más fe.

Siempre ha habido muchos tabúes en cuanto a las monjas o las hermanas. ¿Qué hay de cierto en ello?
Siempre se ha dicho que las monjas o las hermanas vivíamos muy bien. Pero eso no es así. Me acuerdo de mis diez años en el Patronato allí arriba en el Valle Hebrón que nunca funcionaban las calefacciones.
Antes tal vez sí se vivía un poco mejor y se estaba mejor visto o nos apreciaban más pero ahora eso no es así.


Usted no lleva hábito ¿porqué?
Ya no es tan obligatorio como antes. Solemos llevar una falda azul y la blusa suele ser blanca o azul celeste, pero ya veis, llevo una blusa de rayas y una chaqueta de color granate.
En 1964 cambiaron el hábito y quitaron la corneta. La toca que era almidonada me dolía muchísimo y hasta me cortaba las orejas. Lo pasaba muy mal. Pedí si me la podía quitar y me lo concedieron.

Ser hermana significa mucha vocación y sacrificio. ¿Qué ha recibido a cambio?
Uy.. mucha felicidad y satisfacción. Si volviera a nacer no dudaría ni un momento en volver a hacer lo mismo.

De los cuatro votos: Obediencia, Pobreza, Castidad y Servicio a los pobres ¿Cuál le ha sido el más difícil por cumplir?
Ninguno. Te acostumbras a todo, incluso a obedecer las órdenes. Si te mandaban a un sitio, callabas. Y no siempre era fácil porque nos juntaban en una misma casa a varias hermanas y cada una éramos de nuestra tierra y con nuestros caracteres. Nos juntaban gallegas con catalanas, madrileñas y andaluzas y no siempre era fácil convivir. Se juntan niveles diferentes: culturales e incluso económicos. Eso es como en un matrimonio: no lo sabes hasta que lo vives.
Ahora convivimos siete en la casa. Nos llevamos bien. Cada una hace sus tareas: enseñanza, trabajos con las presidiarias en la cárcel, los pobres, los ancianos etc.

Y en su tiempo libre ¿qué hace? ¿O no tienen?
Claro (ríe). En nuestro tiempo libre quedamos con otras hermanas o amigas o visitamos a la familia. Cosemos también.

¿Qué le diría a una joven de hoy que quisiera ser hermana?
Hoy todo cuesta más. Ya no hay tantas aspirantes como antes. No es que Dios no las llame, lo que sucede es que ahora no se contesta a la llamada de Dios. Los jóvenes piensan en otras cosas.
Pues yo les diría que dieran una respuesta generosa a la llamada de Dios. Que habrán muchas dificultades, sí, pero también mucha felicidad y satisfacción y eso lo compensa todo.